Muchos tenemos una idea de Finlandia como un país de elevada conciencia medioambiental: el tráfico mayoritario en la ciudad está constituido por el transporte público y las bicicletas, los ciudadanos generalmente separan cuidadosamente los distintos tipos de residuos sólidos, los supermercados disponen de instalaciones para reciclar botellas de vidrio (por las que se recibe algún dinero), la biomasa constituye el 45% del consumo de energía primaria y en el ranking de "sostenibilidad" del mundo desarrollado Finlandia ocupa el primer lugar. Por eso, uno no espera que Greenpeace emprenda una campaña contra alguna política finlandesa relacionada con el medio ambiente. Sin embargo, así ha sido en contra de la poderosa industria maderera finlandesa por las talas de árboles en los bosques primarios de Laponia. El bosque primario es una riqueza en extinción en el mundo; son bosques muy antiguos en los que la mano del hombre no ha intervenido. En España no existen en cantidades significativas y, en el mundo, los principales bosques primarios están en la Amazonia y en franca recesión por las talas incontroladas.
Quienes llamaron a Greenpeace, en su ayuda, fueron los "sami" (el pueblo lapón) que veían su modo de vida amenazado. Los lapones viven de los renos y estos se nutren, en invierno, de liquenes que crecen en las ramas de los árboles de los bosques de Laponia. Cierto que el estado finlandés tiene normas para que la reposición de los árboles en sus bosques de forma que nunca disminuya la superficie arbolada, pero la reposición de árboles de cientos de años de antigüedad no es posible sin un deterioro real del bosque primario. Se trata de no talar en estos bosques, cosa que los empleados de la industria maderera finlandesa no admiten porque supondría la pérdida de cientos o miles de puestos de trabajo. Por eso, los voluntarios de Greenpeace destacados en Laponia para informar reciben toda clase de presiones y amenazas. Incluso ha habido amenazas de muerte como en Brasil. La única diferencia es que, ante las amenazas, la policía finlandesa interviene rápidamente.
Es descorazonador saber que estas cosas ocurren hasta en un país cuyos ciudadanos aman los bosques y la conservación del medio ambiente. Al parecer, hasta en un país como este, los intereses inmediatos tienen prioridad sobre los futuros. ¡ Quo vadis, Planeta !
Quienes llamaron a Greenpeace, en su ayuda, fueron los "sami" (el pueblo lapón) que veían su modo de vida amenazado. Los lapones viven de los renos y estos se nutren, en invierno, de liquenes que crecen en las ramas de los árboles de los bosques de Laponia. Cierto que el estado finlandés tiene normas para que la reposición de los árboles en sus bosques de forma que nunca disminuya la superficie arbolada, pero la reposición de árboles de cientos de años de antigüedad no es posible sin un deterioro real del bosque primario. Se trata de no talar en estos bosques, cosa que los empleados de la industria maderera finlandesa no admiten porque supondría la pérdida de cientos o miles de puestos de trabajo. Por eso, los voluntarios de Greenpeace destacados en Laponia para informar reciben toda clase de presiones y amenazas. Incluso ha habido amenazas de muerte como en Brasil. La única diferencia es que, ante las amenazas, la policía finlandesa interviene rápidamente.
Es descorazonador saber que estas cosas ocurren hasta en un país cuyos ciudadanos aman los bosques y la conservación del medio ambiente. Al parecer, hasta en un país como este, los intereses inmediatos tienen prioridad sobre los futuros. ¡ Quo vadis, Planeta !