lunes, marzo 27, 2006

Curiosidad e información

La curiosidad por lo que pasa en el mundo, y por lo que hacen o piensan otros, está en la base de una gran parte de los avances prácticos, tecnológicos y científicos de la humanidad. Y el intercambio de información es lo que hace posible colmar esa curiosidad y generar progreso.
En mis años de dedicación a la agricultura, pude comprobar como los campesinos de toda la vida observaban con interés todo lo que hacían los demás. Sobre todo cuando se salían de lo normal. Cualquier innovación en la forma de cultivar era seguida con detenimiento: si la innovación tenía éxito, era rápidamente incorporada por los otros y si no lo tenía era desechada. Este ha sido uno de los factores del radical cambio que se ha producido, en la agricultura española, a partir de los años 60, además del generado por las aportaciones financieras europeas.
El progreso tecnológico de los países del Norte de Europa tiene mucho que ver con la curiosidad innata de sus habitantes por las aplicaciones prácticas y por lo que se hace en otros países. Algo que fue detectado por nuestro escritor granadino Ángel Ganivet en "Cartas Finlandesas" hace ya más de un siglo y que también se puede comprobar en muchos de los residentes nórdicos en la Costa del Sol que observan con atención nuestras maneras de cultivar, construir o cocinar, incorporando todo lo que consideran positivo. En el Helsinki actual, el principal cambio observable, desde hace 50 años, es la proliferación de terrazas-bares de verano a clara imitación de los países mediterráneos.
En el nivel científico más alto, la curiosidad se manifiesta en la formulación de preguntas que una persona común nunca se haría. ¿Porqué caen los objetos? Newton se hacía este tipo de pregunta cuando a todo el mundo le parecía que la caída de un objeto era algo natural e incuestionable. Y Galileo consideraba que el hecho de que todo el cielo girase todos los días era algo que merecía alguna atención especial: ¿no podíamos ser nosotros los que giramos y no el cielo en su conjunto? Pero a las "Iglesias" no les gusta la curiosidad ni la innovación que puedan cambiar el statu quo. Y llamo "Iglesia" a todo sistema establecido que tiende a dar explicaciones cerradas que no pueden ser sometidas a objeción alguna: desde luego, la Iglesia Católica de la Inquisición y el franquismo, pero también las ex-burocracias estalinistas o el fanatismo islamista actual. Todas ellas han tratado de impedir que los individuos tengan acceso a informaciones que no concuerdan con sus explicaciones del mundo.
Sin embargo, hay que reconocer, también, que las prohibiciones estimulan fuertemente los deseos de curiosidad de las personas. Recuerdo, en mi juventud, que algunas afirmaciones, aparentemente contundentes, que intentaban explicar las cosas según la doctrina oficial, no hacían otra cosa que estimular nuestra curiosidad por conocer otras versiones. Por ejemplo, cuando en un libro de Ciencias se refutaba el darwinismo diciendo que "es evidente que de un ser inferior no puede surgir otro superior", la consecuencia inmediata era plantearse el "por qué eso era evidente", lo que nos llevaba a buscar afanosamente escritos prohibidos sobre el tema y al placer de nuevos descubrimientos. Los jóvenes de hoy, disponen de toda clase de información, a veces tanta que es difícil filtrarla y seleccionar la que es realmente fiable y útil.
Quizás, el exceso de información esté operando, para la juventud de hoy, en contra de la curiosidad y del deseo de descubrir algo nuevo. Y, a falta de "Iglesias" hay quienes voluntariamente solo quieren leer o aceptar aquello que ya coincide con su propia ideología o forma de ver el mundo.

sábado, marzo 18, 2006

¡A donde vamos a parar!

Casi todos los viejos de todas las épocas han (hemos) dicho frases parecidas a estas al referirse a la correspondiente juventud en términos negativos en comparación con lo que recuerdan de su propia juventud. ¡Se han perdido los valores! ¡Ya no hay respeto hacia los padres, los maestros....etc.!
Yo también soy viejo, y no voy a ser menos:
En la España de los años 60 y 70 los jovenes universitarios y trabajadores se enfrentaban a la policía por motivos políticos, por las libertades de reunión y expresión, por sindicatos libres y representativos, por la Democracia y contra la Dictadura. Hoy se enfrentan porque se les plantean restricciones para celebrar el llamado "botellón" o "macrobotellón". Producen toda clase de ruidos y molestias a los vecinos, dejan las calles llenas de basura, generan accidentes de circulación, pero dicen: ¡tenemos todo el derecho a divertirnos!
¡A donde vamos a parar!
Una amiga bibliotecaria en un municipio rico de Madrid me cuenta que, en su Biblioteca Pública, algunas madres vienen con sus niños a la sección infantil donde las dulces criaturas se dedican a comer bocadillos ensuciando y hasta rompiendo los libros. Y cuando se les llama al orden, algunas de estas madres defienden permitir el comportamiento vandálico de sus vástagos para no crearles un trauma al coartar su "libertad de expresión".
¡A donde vamos a parar!
En el terreno del lenguaje creo que, en España, venimos retrocediendo desde el Siglo de Oro. Pero, en la actualidad el deterioro se acelera. Solo hay que leer los foros de Internet o bien oir las tertulias e informativos de las TV. Ya he comentado, en un artículo anterior cómo se pierde irremisiblemente la distinción entre "oir" y "escuchar". Es corriente oir a algún prominente presentador decir a su interlocutor: "no le escucho bien..." Dan ganas de replicarle "pues escuche Ud. bien, gilipollas, porque escuchar es una actividad exclusivamente suya".
Y, en los foros y chats de Internet, vemos contínuos atentados al idioma incluyendo los trastoques de letras generados por la rapidez en la escritura. Acabo de leer, en un foro cuyo nombre prefiero no revelar, una palabra tan extraña como es "LCUAH". Habría que ser un verdadero adivino para entender su significado, si la sacamos de su contexto: ...BUSCAMOS POR ENCIMA DE TODO SER R UTLES EN LA LCUAH POR LA SOSTENIBILIDAD..(sic, incluidas mayúsculas).
¡A donde vamos a parar!
En otras épocas las grandes figuras del liberalismo (entonces pecado mortal, según la Iglesia) eran personajes como Blanco White, Larra, Giner de los Ríos, Gumersindo de Azcárate, Unamuno, Ortega y Gasset, Caro Baroja o Francisco Ayala. O sea: librepensadores, racionalistas y laicos. Hoy, según nuestros increibles prestidigitadores de la derecha, serían personajes como Jimenez Losantos, los del PP y la Conferencia Episcopal, el Opus Dei y ¡hasta Esperanza Aguirre!
¡A donde vamos a parar!

sábado, marzo 11, 2006

Competencia versus Cooperación

Para algunos autores neoliberales (Fukuyama) la libre competencia, como motor básico del crecimiento económico, constituye un sistema mejor adaptado al funcionamiento de la naturaleza que otros basados en la planificación y la cooperación entre grupos y personas. Y, ciertamente, en la selección natural la competencia es un tipo de relación interespecífica muy común. Pero hay otros muchos tipos de relación: el parasitismo, la simbiosis, la explotación y diversas formas de cooperación. Formas de relación que existen también entre los grupos humanos.
La cooperación es una forma de funcionamiento muy eficiente para determinados grupos de animales, como los insectos. Para las abejas, esa cooperación se realiza mediante el intercambio libre de la información: si toda abeja que descubre un banco de flores se guardase esa información para su uso exclusivo, la colmena al completo correría el riesgo de desaparecer. Por el contrario, las abejas que descubren zonas de flores informan a las otras de su descubrimiento mediante una danza que especifica la distancia y orientación para llegar a dichas flores.
En nuestra sociedad también los grandes avances científicos y tecnológicos se dan cuando la información circula libremente. La competencia conduce a la apropiación de los descubrimientos mediante patentes y derechos de autor. La cooperación lleva a la libre difusión de las invenciones y descubrimientos, lo que puede ser más eficiente que la competencia.
Y, en el momento histórico que nos toca vivir, en un planeta amenazado por un consumo disparatado de recursos no renovables y un equilibrio medioambiental a punto de romperse, la cooperación entre los grupos humanos resulta más necesaria que nunca. Una cooperación acompañada por algún tipo de Planificación a nivel global. Un ejemplo de este tipo de actuaciones ha sido la prohibición del uso de gases que destruyen la capa de ozono, que ha permitido poner límites a esa detrucción. También el protocolo de Kyoto para la limitación de los gases de efecto invernadero. Muchos otros aspectos de protección ambiental están pendientes de solución: la tala de árboles de las selvas amazónicas y tropicales o la lucha contra la desertificación.
La libre competencia no puede, como algunos pretenden, extenderse a todos los ámbitos de la vida. En realidad, la libre competencia está hoy circunscrita solo a los mercados locales y a las pequeñas empresas.
Las grandes multinacionales aplican, sobre todo, una Planificación a largo plazo que Gobiernos y Naciones Unidas deberían regular para que se realice de forma cooperativa a favor, y no en contra, de los intereses globales de la humanidad.