Aún tratando de ponerme en su pellejo, no consigo entender la política exterior y militar de los EE.UU y de Israel. Asumiendo que tenemos algún enemigo común, es decir el islamismo fanático y terrorista, no comprendo el que cada nueva acción diplomática y, especialmente, militar les lleve a crearse nuevos enemigos o a reforzar a los que ya tienen.
Un ejemplo de esto ha sido la guerra de Irak. Es cierto que Sadam era un dictador sanguinario, pero era también un freno a la expansión del fanatismo islamista y de los chiies aliados de los ayatolás iranies. Y no parecía que llegase a ser un aliado de Al Qaeda, ni un peligro para Israel. Se decía que esa guerra iba a durar solo unos meses y que iba a ser la solución para el conflicto israelo-palestino para lo que se había establecido hasta una Hoja de Ruta (de la cual nunca más se supo). Y hasta una ministra del Gobierno del PP, de cuyo nombre no quiero acordarme, nos había asegurado que uno de los efectos beneficiosos de la guerra iba a ser el abaratamiento de la gasolina para nuestros coches (no se sabe si había consultado a Rappel) con el resultado que todos hemos podido experimentar en nuestros propios bolsillos.
Sin embargo, lo que ahora tenemos es un ejército USA, empantanado en una guerra sin final (con un coste muchas veces superior a toda la ayuda occidental al desarrollo), una insurgencia cada vez más sanguinaria con un campo de entrenamiento para terroristas de Al Qaeda que, en absoluto, hubiese podido existir anteriormente y un mayor poder para los chiies amigos de Irán. Y multitud de nuevos enemigos entre los países árabes e islámicos.
En el caso del conflicto con Israel, la situación ha evolucionado hacia un mayor poder de las milicias radicales de Hamás y un debilitamiento de las posiciones más moderadas que podrían haber llegado a acuerdos de paz duraderos. Ante la provocación de las milicias libanesas de Hezbolá, secuestrando a unos soldados, Israel responde no tanto con el intento de destrucción selectiva de esas milicias, algo harto difícil, sino con la destrucción indiscriminada de objetivos civiles (incluida una instalación de la ONU) con numerosos muertos entre mujeres y niños.
Durante unos días, en los medios españoles se han multiplicado las declaraciones y artículos en favor del "derecho a la defensa" de Israel y ridiculizando a los que, como nuestro Gobierno, pedían un alto el fuego inmediato. Ha bastado un nuevo y brutal ataque a un edificio repleto de niños para que los mismos que antes tachaban de "paletos" a los que no aplaudían incondicionalmente las posiciones de Bush y de la señora "Arroz", se apresuren ahora a "exigir" el inmediato alto el fuego.
En Beirut, una multitud indignada ataca oficinas de la ONU, por su pasividad, y se manifiesta con pancartas del tipo "Todos somos Hezbolá". De nuevo, los que eran solo una minoría -aunque poderosa- en el Líbano, se ve reforzada por el pueblo llano y se crean nuevos "enemigos de Occidente".
Digámoslo claramente: la política militarista y suicida de Bush e Israel está llevando a Occidente a una situación de muy difícil salida.
En lo que puede ser el último decenio de mi vida, vislumbro dos grandes amenazas para el mundo: una la de un conflicto armado entre el islamismo radical y Occidente con la posibilidad, no descartable, del uso de armamento nuclear; otra la de un colapso medioambiental provocado por la continuación de políticas económicas no sostenibles.
Creo que ambas amenazas solo podrán superarse mediante un cambio radical de las políticas de Occidente hacia el resto del mundo, cambiando militarismo por diplomacia, prepotencia por multilateralismo, egoismo por cooperación, crecimiento sin límites por desarrollo sostenible, autoritarismo por democracia..
En suma, Occidente debería poner en práctica los valores democráticos y solidarios que dice tener y, poco a poco, ganar la confianza de los pueblos, debilitando así a los fanatismos extremistas. El camino que siguen los EE.UU de Bush es justamente lo contrario y no podemos extrañarnos que, cada vez, Occidente cuente con más enemigos y que los fanatismos vayan ganando terreno.
¡Mal asunto!