lunes, junio 25, 2007

Autoestima andaluza y finlandesa

Es sabido que los andaluces, o por mejor decir las andaluzas, presentan una alta autoestima. Todos hemos visto esos programas de televisión en que niñas, de no más de 10 años, cantan y bailan con absoluto desparpajo y desvergüenza. Sí, la autoestima de las andaluzas es una condición casi genética. Más si son sevillanas y mucho más si lo son del barrio de Triana, ¡lo "mejón" del mundo! Recientemente he visto, en TV, un reportaje sobre Triana y los trianeros que lo pone de relieve. Todas las personas que la cámara tomaba (guapas, feos, gordas, malos y buenos cantaores, vecinos de toda la vida, pescadores,...) rebosaban de felicidad y buen humor. No importaba si estaban bebidos o sobrios, si eran ricos o pobres. Una mujer que rebuscaba en las basuras, afirmaba hacerlo no por necesidad sino por puro gusto; era una buscadora de tesoros, de objetos que pensaba regalar a sus amistades. Otro, un pescador, devolvía al río los peces que pescaba (después de quitar con cuidado el anzuelo). Muchos vecinos estaban encantados de mostrar sus patios y corralas repletos de plantas y flores. Y a cada paso, la consabida frase: ¡Como Triana no hay nada, lo "mejón" del mundo entero!

Si tuviese que citar un pueblo con una personalidad radicalmente contraria a la de los trianeros, escogería a los finlandeses. Y no es que tengan una baja autoestima, sino que la expresión de esa autoestima es absolutamente opuesta a la de los andaluces. Los finlandeses gustan de destacar sus defectos y sus carencias, antes que sus virtudes. Cuando se le dice a un finlandés que su país aparece el primero en el ranking de la educación secundaria o de la no corrupción, lo negarán firmemente aduciendo que la educación va de mal en peor, que cada vez hay más borrachos y que los fraudes y engaños están a la orden del día. Si se les dice que aparece como uno de los países tecnológicamente más competitivos del mundo, lo rechazarán también sobre la base de la cantidad de quiebras y fracasos empresariales y, cada vez mayores, atentados contra la naturaleza. Porque, ciertamente, el alma finlandesa está muy integrada con la naturaleza. La llegada de tales o cuales pájaros son noticia en los medios de comunicación.
Pero muchos finlandeses tienen tendencias autodestructivas, lo que queda plasmado en datos como el excesivo consumo de bebidas alcohólicas y una fuerte tasa de suicidios.

Recientemente he leído el libro de Arto Paasilinna, "Delicioso suicidio en grupo". Un libro que presenta, con gran claridad y humor, la naturaleza y la personalidad de los finlandeses. Una personalidad contradictoria: sus tendencias autodestructivas combinadas con el gusto por la vida, la naturaleza y la organización social. Los finlandeses son capaces de organizarse hasta para el suicidio. Como reafirmación de lo dicho anteriormente, transcribo aquí lo que los pretendidos suicidas comentaban (mientras pescaban truchas en un lago) sobre su propio país: "Finlandia había tratado mal a sus hijos. Llegaron a la conclusión de que la sociedad finlandesa era fría y dura como el acero y sus miembros eran envidiosos y crueles los unos con los otros. El afán de lucro era la norma y todos trabajaban para atesorar dinero deseperadamente. los finlandeses tenían muy mala leche y eran siniestros. Si se reían, era para regocijarse de los males ajenos. El país rebosaba de traidores, fulleros y mentirosos. Los ricos oprimían a los pobres, les cobraban alquileres exorbitantes y les extorsionaban para hacerles pagar intereses altísimos. Los menos favorecidos, por su parte, se comportaban como vándalos escandalosos y no se preocupaban de educar a sus hijos: eran la plaga del país, que se dedicaba a pintarrajear casas, cosas, trenes y coches. Rompían los cristales de las ventanas, vomitaban en los ascensores e incluso hacían sus necesidades en ellos. Los burócratas, mientras tanto, competían entre sí por ver cual de ellos inventaba un nuevo formulario con el que humillar a los ciudadanos haciéndolos correr de una ventanilla a otra. Comerciantes y mayoristas se dedicaban a desplumar a la clientela y a arrancarle de los bolsillos hasta el último céntimo. Los especuladores inmobiliarios hacían las casas más caras del mundo. Si te ponías enfermo, los indiferentes médicos te trataban como ganado que se lleva al matadero, y si un paciente no soportaba todo esto y sufría una crisis nerviosa, un par de brutales enfermeros le colocaban una camisa de fuerza y le ponían una inyección que dejaba a oscuras hasta el último resto de lucidez que le quedase. En su amada patria, la industria y los dueños de los bosques destruían sin piedad la naturaleza, y lo que quedaba en pié era devorado por los xilófagos. Del cielo caía una lluvia ácida que envenenaba la tierra haciéndola estéril. Los agricultores echaban en sus campos tal cantidad de fertilizantes químicos, que no era de extrañar que en los ríos, lagos y bahías proliferasen las algas tóxicas. Las chimeneas de las fábricas y los tubos colectores de resíduos arrojaban sustancias que contaminaban el aire y el agua. Los peces morían y los huevos de los pájaros salían polluelos prematuros que inspiraban lástima. Por las autopistas circulaban temerariamente insensatos que se vanagloriaban de su manera de conducir y que iban dejando tras de sí un triste reguero de víctimas en cementerios y hospitales. En las fábricas y oficinas se obligaba a los trabajadores a competir con las máquinas y, cuando se agotaban, se los hacía a un lado. Los jefes exigían un rendimiento ininterrumpido y trataban a sus subordinados de forma vil y humillante. Las mujeres eran acosadas, pues siempre había algún gracioso que se consideraba con derecho a pellizcar traseros que ya tenían suficiente con soportar la celulitis. Los hombres vivían bajo la presión constante del éxito, algo de lo que no se libraban siquiera en los pocos días libres que pudiesen tener. Los compañeros de trabajo se acechaban unos a otros y acosaban a los más débiles hasta llevarlos al borde de una crisis nerviosa, o cosas peores. Si uno se ponía a beber, el hígado y el pancreas empezaban a fallar. Si comía bien, el colesterol se le ponía por las nubes. Si fumaba, se le incrustaba un cáncer asesino en los pulmones. Pasara lo que pasase, los finlandeses siempre se las arreglaban para echarle la culpa a otro. Unos se dedicaban a hacer ejercicio y corretear por ahí a riesgo de su vida hasta caer derrumbados en la pista de footing, reventados como caballos. Si uno no corría, se llenaba de grasa, se anquilosaba y llegaban los problemas de la espalda. Al final, el resultado era siempre el infarto.....

He aquí, un poco exageradamente, cómo piensan muchos finlandeses de su propio país. ¡Parece sacado de una peli de Kaurismäki! En mi opinión, muy poco parecido a la realidad. Al menos si comparamos con lo que ocurre en España. Aquí, si alguien hablase así de nuestro país sería un auténtico "malage". Sin embargo, lo que dicen sobre la naturaleza, la corrupción, la construcción inmobiliaria, la burocracia administrativa, la conducción temeraria, el ansia de dinero, el comportamiento empresarial, etc... está más próximo a lo que veo en España que lo que conozco de Finlandia.

¿Habría que deducir, de todo esto, que los finlandeses tienen una baja autoestima? No lo creo. Pero sí muy diferente de la andaluza. Los finlandeses aman a su patria, cuidan su naturaleza y han demostrado que son capaces de luchar para mantener su independencia, incluso con una gran potencia como la rusa. Pero siempre serán los que peor hablen de sí mismos.


viernes, junio 22, 2007

Inquisición de perfil bajo

La Iglesia católica española actual ya no pretende quemar a ningún hereje ni aterrorizar a sus fieles con amenazas de tormentos en un infierno eterno, pero no parece conformarse fácilmente con un papel de adoctrinamiento secundario frente al Estado laico. La Ley por la cual se incorpora al currículo educativo la nueva asignatura de "Educación para la Ciudadanía" ha destapado la caja de los truenos de nuestros obispos. ¡Cómo se atreve el Estado laico a proporcionar clases de moral y ética a los estudiantes de bachillerato! Esa ha sido siempre una tarea de la Iglesia, si bien ya no tienen el monopolio del adoctrinamiento de la juventud como tuvieron durante 40 años al amparo de un Estado dictatorial y totalitario. ¡Qué tiempos aquellos!, deben pensar los obispos, con nostalgia. Entonces ya no teníamos una inquisición en toda regla, pero sí se podían censurar películas y muchos libros que precisaban del "Nihil Obstat" declarado por la jerarquía eclesiástica. Como jóven estudiante de bachillerato de los años 50, recuerdo muy bien que las Ciencias estaban sometidas a la tutela religiosa que decía que la evolución de las especies era "evidentemente falsa" ya que de algo inferior (el mono) no puede surgir algo superior (el hombre). Cuando yo, ingenuamente, preguntaba ¿y, porqué no? suscitaba las iras de mi profesor que no estaba dispuesto a contestar a semejantes ridículas preguntas. Como último argumento se acudía a la Biblia la cual, por cierto, no nos era permitido leer completamente y sin los correspondientes comentarios eclesiásticos.

Pero la jerarquía eclesiástica no se conforma con un papel moralizador en el que no pueda ejercer ningún tipo de inquisición. Y ha encontrado, en la asignatura de Eduación para la Ciudadanía, un excelente objetivo inquisitorial aunque sea de un perfil tan bajo como el de promover la objeción de conciencia contra la aplicación de la correspondiente ley.

Aparte de la pérdida de su monopolio moralizador, no es fácil encontrar lo que puede molestar a la Jerarquía en esta asignatura cívica. Si uno lee detenidamente el contenido que el decreto establece en la Educación para la Ciudadanía no puede sino preguntarse qué es lo que los obispos españoles ven de malo en el texto. Desde luego, en el pasado, la Iglesia ha dado muchas muestras de discriminar a las personas según su religión, clase social, raza u orientación sexual, y no se ha distinguido por conseguir la igualdad entre hombres y mujeres, pero no creo que sean estos los motivos por los que se oponen a la impartición de esta asignatura.

Según se dice en ABC, el cardenal primado de Toledo (Sr.Cañizares) dice que Educación para la Ciudadanía es una invasión del derecho constitucional que tienen los padres a elegir la formación religiosa y moral que quieren para sus hijos, y asegura que la Iglesia tiene el deber de "defender los derechos del hombre" (incidentalmente, no hubiese estado de más que la Iglesia hubiese practicado esa defensa durante el franquismo). Lo que no especifica el cardenal es en qué aspectos invade la asignatura ese derecho de los padres a la formación religiosa y moral de los hijos. Desde luego, la educación para la ciudadanía no entra en las creencias religiosas. Y, en cuanto a la moral, se trata únicamente de que se conozcan y valoren positivamente los derechos y obligaciones que se derivan de la Declaración de los Derechos Humanos (cuyas normas nuestra Constitución reconoce) y de la propia Constitución española. Todo lo demás, no son normas morales sino cívicas y de convivencia social. Quizás a nuestros obispos no les guste que, entre nuestra juventud, se promueva la autonomía e iniciativa personal en la toma de decisiones, participación y asunción de responsabilidades. Seguramente, esa "autonomía" es algo peligroso para la Jerarquía eclesiástica.

Espero que los lectores (si los hubiere) de este Blog tengan la amabilidad (y paciencia) de leer atentamente los contenidos de la asignatura y comenten lo que les parezca una intromisión flagrante en el derecho de los padres a la formación moral de sus hijos. Puede que lo encuentren, en el caso de que esos padres pretendan una formación insolidaria e incívica que atente contra los Derechos Humanos y contra los principios constitucionales básicos.

PS: Después de mes y medio de escribir esta entrada, he leído un artículo de Peces-Barba, en El Pais de 7-8-2007, titulado "En torno a la Educación para la Ciudadanía" que enlazo por su enorme interés.

lunes, junio 18, 2007

ResponsARBOLidad


De nuevo, escribo sobre el tema de los árboles como factor de freno del cambio climático y la desertización. Y es que, dentro de unos días, se celebra en Barcelona un evento del más alto interés:

1er encuentro internacional amigos de los árboles. Barcelona, 27 de junio de 2007.

Este Primer Encuentro Internacional de Amigos de los Árboles cuenta con la presencia de destacadas personalidades comprometidas con el medio ambiente: Al Gore, Joaquín Araujo, Vandana Shiva y diversas Instituciones como Greenpeace, Amigos de la Tierra, ARBA, Ecologistas en Acción, Fundación Más Árboles, WWF Adena .... Un nuevo impulso al concepto de ResponsARBOLidad, cuya difusión masiva sería uno de los pasos decisivos para invertir la casi implacable tendencia a la desertización y el calentamiento global.

Hoy, todos nosotros tenemos numerosas oportunidades para contribuir a la plantación de miles de millones de árboles en todo el mundo. Bien directamente, como voluntarios en organizaciones dedicadas a la plantación de árboles y a la conservación de los bosques (como ARBA en Madrid) o bien patrocinando esas plantaciones o invirtiendo dinero en Asociaciones o Sociedades dedicadas a estas tareas. En un artículo anterior, "Objetivo: 1.000 millones de árboles", comenté distintas posibilidades de hacerlo, incluso de ganar dinero con inversiones en maderas nobles a largo plazo.

En mi opinión, multiplicar este tipo de acciones desde el mundo desarrollado, aplicadas a los países del tercer mundo, junto con la lucha contra la deforestación y contra los incendios de bosques, constituiría la mejor contribución al mantenimiento del planeta como habitat confortable para la especie humana.