Tengo que reconocer que me ha sorprendido la evolución positiva de los datos macroeconómicos españoles de los últimos tres años. Después de la crisis global de los años 91 a 93, la economía española empezó a mejorar a partir de los años 94 y 95. Cuando el PP logró el poder, los principales indicadores económicos (empleo, crecimiento e inflación) estaban ya en franca mejoría. Venía un periódo de vacas gordas que el PP supo aprovechar de forma brillante. Los 8 años de legislatura del gobierno Aznar significaron una etapa de prosperidad caracterizada por una excepcional demanda de viviendas lo que, junto a la especulación del suelo y las baratas tasas hipotecarias, llevó a multiplicar por 3 ó 5 veces los precios de las viviendas, según las zonas. A partir del triunfo del PSOE, en Marzo de 2004, se empezaba a pensar que esa etapa de prosperidad estaba tocando a su fin y que, hacia 2005, los precios de la vivienda empezarían a tocar techo; la construcción de 700.000 viviendas anuales se haría imposible y el crecimiento de la economía se ralentizaría. Al menos es lo que yo pensaba, si bien mis previsiones no tenían el carácter catastrofísta de las predicciones de algunos lumbreras de la derecha que, a finales de 2004, anunciaban la vuelta al desempleo, el despilfarro y la corrupción.
La realidad no ha podido ser más distinta. Los indicadores macreconómicos de la era Aznar han sido superados ampliamente, contra todo pronóstico: la creación de 600.000 empleos anuales de entonces, han pasado a ser 2,5 millones en solo 3 años. Y el celebradísimo déficit cero de las cuentas públicas en la legislatura anterior resulta ser, ahora, un superávit del 1,8% del PIB. Y todo ello pese al coste de algunas medidas sociales como son los incrementos de los salarios y las pensiones mínimas por encima de la inflación, el aumento de los gastos en educación y en I+D+i, así como el lanzamiento de Leyes de largo alcance como es la de Autonomía Personal de las personas dependientes (Ley de Dependencia) que tendrá efectos económicos relevantes en los próximos años. Esto sin hablar de las últimas propuestas sociales que parecen tener un carácter marcadamente electoralista, por su nivel de improvisación, si bien suponen solamente un coste anual inferior al 20% del actual superavit.
Otra cuestión que no veía claramente, en 2004, era cómo podría el Gobierno cumplir el programa del PSOE en cuanto a reducir sustancialmente el diferencial de 6% del PIB, en gasto social, con la media europea y, al mismo tiempo, no incrementar los impuestos cuando España tenía una presión fiscal de solo el 36% (ingresos de las Administraciones públicas en relación con el PIB) frente a un 42% de Europa. Y, con las últimas cifras de 2006, ya tenemos la explicación: nuestra presión fiscal ha sobrepasado, por primera vez,
el 40% del PIB. Y no porque se hayan aumentado los impuestos, sino por la concurrencia de varias causas: el aumento de las cotizaciones sociales generado por las mayores tasas de empleo, el fuerte incremento de la demanda y el endeudamiento de familias y empresas, junto con una cierta mejora (todavía pequeña) de la lucha contra el fraude fiscal. Todavía en 2005, yo consideraba que, de no llegar a ese 40% de presión fiscal, el programa del Gobierno era un "
programa imposible". Ahora debo decir que es posible, si bien queda todavía mucho por avanzar en materia social.
Cabe preguntarse: ¿cómo ha sido posible este éxito? y ¿seguirá la bonanza el próximo año, como pronostica el Gobierno?
A la primera pregunta hay que responder que, sin duda, los buenos datos económicos se sustentan en un crecimiento alto y continuado del PIB (alrededor del 4%) derivado de una fuerte demanda interna, tanto de consumo como de inversión, a la que ha contribuido sustancialmente la entrada y legalización de más de un millón de inmigrantes. Sin embargo, los efectos indeseables de esta fuerte demanda se concretan en una reducción del ahorro de las familias y un fuerte crecimiento del endeudamiento de familias y empresas.
Y, a la segunda pregunta, debo responder que esa bonanza no parece que pueda continuar un año más. El boom de la construcción de viviendas está llegando a su fin y, probablemente, más de 200.000 trabajadores de la construcción pierdan su empleo con el consiguiente efecto negativo en el crecimiento económico y en los ingresos fiscales. ¡Se acabó el superavit de las cuentas públicas!
Podríamos decir, sin temor a equivocarnos, que los presupuestos recientemente aprobados por el Gobierno, y que irán proximamente al Congreso, son presupuestos extraordinariamente optimistas ya que preven un crecimiento del 3,3% y un nuevo superavit de las cuentas públicas. Desde luego, la evolución de la economía, en 2008, dependerá de variables ahora muy inciertas como son el precio del petróleo, la tasa de interés del BCE y la evolución de las finanzas bancarias dañadas por la crisis hipotecaria de los EE.UU y otros países. Ahora bien, en España, con el parón inmobiliario que se avecina, no parece probable conseguir crecimientos superiores a los previstos para la media europea. En este sentido, un relevante economista de la derecha, como es Alberto Recarte, ha ofrecido recientemente (en Libertad Digital) un modelo sencillo de cálculo del crecimiento de la economía española, para 2008, que se puede ver
aquí y que da la cifra del 1,86% PIB como su previsión. Ciertamente, Recarte es uno de los economistas que fallaron sus predicciones para 2005, 2006 y 2007, vaticinando cada año, sucesivamente, un próximo hundimiento para la economía española. No obstante, ahora ya presenta un trabajo más razonado que puede aproximarse más a la realidad. Vale la pena leerlo.
En el caso de que los presupuestos de Solbes se cumplan razonablemente, para 2008, entonces sí que habría que hablar de "
milagro económico".