Desde los tiempos más antíguos, el miedo ha constituido un instrumento de primer orden en el juego de la política y del control social. En la Edad Media, la recaudación de impuestos entre el campesinado se hacía mediante la amenaza de intervención de los ejércitos de los Señores y la aplicación de derechos abusivos como el derecho de pernada y el de disponer de la vida de los vasallos. Otro tipo de terror era el moral, aplicado por la Iglesia Católica para obtener recursos con las
indulgencias, que permitían liberar a alguien del purgatorio o evitar las torturas eternas del infierno. Esas torturas se escenificaban en las plazas públicas para atemorizar a una población altamente creyente. El éxito de Lutero fue la popularidad lograda al oponerse a esa recaudación monetaria representada por las indulgencias.
Hoy, el miedo en política circula en diferentes direcciones: hay miedo de los gobernantes a los grupos sociales más poderosos, pero también a la actitud de los electores. Y, donde la democracia es más débil, miedo del ciudadano ante el Gobierno. En los EE.UU. los gobiernos más conservadores se han preocupado de inculcar el miedo ante un gobierno de carácter social, predicando "menos gobierno" al mismo tiempo que se aprestaban a reforzar los aspectos de Seguridad y Defensa de su gobierno, así como los nexos con las corporaciones más importantes del país. De ahí,
las dificultades que Obama tiene (y otros presidentes demócratas tuvieron) para conseguir avances sociales importantes como la reforma para una Sanidad de cobertura universal. Las campañas contra la reforma, financiadas por las compañías aseguradoras y por la farma-industria, movilizan a miles de ciudadanos de clase media atemorizados por la idea de que esa reforma va a suponer un control del Gobierno sobre sus decisiones en materia de salud. Asombra ver cómo estos ciudadanos pasan por alto el rígido y caro control que las compañías aseguradoras ejercen sobre esas decisiones hasta el punto de limitar sus tratamientos o ponerles un precio que los hacen prohibitivos. De hecho, el sistema de salud de los EE.UU. es el más caro, y con peores resultados, de casi todos los países desarrollados. Y, sin embargo, Obama está viendo disminuir su popularidad a causa de la reforma. Reforma que no está garantizada que tenga éxito y que no fracase como ya ha ocurrido anteriormente.
En España, recientemente un dirigente del PP (no recuerdo quien) ha dicho que el gobierno del PSOE "
tiene miedo a los ricos" y, por tanto, no les subirá los impuestos. Por una vez, estoy de acuerdo con algún dirigente del PP. El PSOE ya eliminó un impuesto que era, prácticamente, un impuesto de ricos: el del patrimonio. Ahora, la ministra de economía ha manifestado que no tocará los tipos máximos del IRPF y, al parecer, tampoco la baja fiscalidad (1%) de las SICAV, sociedades de inversión pensadas para millonarios. Teóricamente, una SICAV es una sociedad de inversión colectiva, con un mínimo de 100 partícipes, pero, en la práctica, la mayor parte están constituidas por un individuo, o un grupo familiar, y un gran número de "mariachis" como se denomina a los inversores ficticios o testaferros. Cuando, en 2005, la inspección de Hacienda realizó un control de estas sociedades de inversores ficticios y exigió que pagasen la diferencia entre el 35%, del impuesto de sociedades normal, y el 1% que se había aplicado, las Cortes Generales quitaron a la Inspección de Hacienda la competencia de inspección fiscal para estas sociedades. Detrás de este comportamiento del Parlamento, está el miedo del Gobierno (y la oposición) a la fuga de capitales si los ricos no tienen un instrumento para invertir sin apenas pagar al fisco. Al menos, mientras no se liquiden los valores invertidos.
En el film Sicko, de Michael Moore, sobre los sistemas de salud, hay una reunión de este director con un grupo de norteamericanos jóvenes que estudian o trabajan en Francia. Cuando se habla de las grandes ventajas sociales de los franceses, comparando con los EE.UU., una de las tertulianas adjudica la razón de esta circunstancia a que "
en Francia, el Gobierno tiene miedo de la gente mientras que, en los EE.UU. es la gente la que tiene miedo del Gobierno". En el film aparecen grandes manifestaciones de trabajadores y ciudadanos franceses, reivindicando mejoras sociales o contra la guerra de Irak. Las huelgas y manifestaciones están en el origen de las ventajas conseguidas: 35 horas a la semana, atención sanitaria universal y gratuita, educación gratuita, largas vacaciones pagadas, ayudas a las familias con hijos pequeños o personas dependientes, etc. A los ojos de estos norteamericanos, la sociedad francesa aparecía como una sociedad tranquila y feliz, con mínimos problemas económicos.
Y, si miramos a España, podemos recordar las huelgas y movilizaciones masivas que llevaron a la transición democrática y a los principales logros sociales. Hoy, por el contrario, los sindicatos se acercan al poder y los trabajadores no se movilizan. Las últimas grandes movilizaciones, acontecidas en España, fueron contra la guerra de Irak y fueron decisivas para que el Gobierno socialista entrante retirase las tropas de ese país. En los últimos años, es la derecha y la Iglesia Católica quienes han protagonizado las movilizaciones convocando algunas importantes manifestaciones "por la familia" o "contra el aborto". El gobierno socialista reacciona haciendo algunas concesiones para la Iglesia Católica, en lugar de reforzar el laicismo y la separación total Iglesia-Estado. Un claro indicio del miedo del gobierno socialista al poder que, todavía, la Iglesia ejerce sobre una parte significativa del electorado español.
Como dice el ex-parlamentario británico
Tony Benn en una entrevista de Michael Moore, en Sicko, hay dos maneras por las que el Poder puede controlar a la gente: atemorizarlas o desmoralizarlas. En los países desarrollados, de democracia formal, no es fácil atemorizar a la gente pero sí que los más pobres, sin educación o los enfermos y desamparados, se sientan desmoralizados e incapaces de hacer nada por cambiar su situación. El sistema político aparece como algo inalcanzable y que no representa sus intereses, por lo que no votan. En los EE.UU algunos presidentes (Reagan, Bush) han sido elegidos con menos del 25% de votos sobre el electorado potencial. El caso de Obama es, quizás, el que ha suscitado una mayor participación popular y, por tanto, el que tenga o no éxito en la batalla, con los poderes fácticos, para lograr un sistema de salud universal y asequible para las clases populares, va a ser decisivo en cuanto a la incorporación al sistema electoral de dichas clases, en particular de los grupos sociales más marginados entre los que se cuentan la mayoría de los inmigrantes hispanos y, también, los negros.