Entre los libros que he leído (o releído) últimamente, hay cuatro que tratan del problema de la conciencia y de su relación con el misticismo oriental. Uno de ellos "El TAO de la física" , del físico subatómico Fritjof Capra, que ya he comentado muy brevemente, en este Blog, en el post de 10 de Agosto "Demasiadas lecturas".
Otro libro extraordinario es "Conciencia-energía" de la doctora belga Thérèse Brosse (1902-1991) que fue presentado por la autora, en Madrid (Junio de 1982), y entrevistada por El País en un artículo con el extraño título: "Se gesta el advenimiento de una nueva especie humana". La entrevista introduce a la autora como "una joven y vital octogenaria" y, entre otras cosas, recoge las experiencias que la llevaron a aventurar la hipótesis de un tercer nivel, superior y unificado, que regularía los dos niveles clásicos que conforman la dualidad psicosomática: el fisiológico y el mental. Este tercer nivel, puramente energético, era conocido hace miles de años por los Vedas, a los que se refiere también Fritjof Capra en el "TAO de la física". Un nivel que actúa confiriendo la capacidad de "tener conciencia" a un cerebro según sus posibilidades de procesamiento neurológico (psíquico y físico).
Ambos autores, Brosse y Capra, tienen en común el que citan profusamente a textos orientales antiguos, del Shakta Vedanta, el budismo, el Yoga o el Tao, y establecen algunos paralelismos entre muchos aspectos de esas antiguas filosofías y la física moderna; particularmente, el vacío o la nada como principio de TODO y esa energía universal de la que ya me he ocupado en otros posts, como los titulados "¿Existe el chi, el prana o el orgón?" o "Bioenergética y Taoísmo". Y ambos, también, describen sendas experiencias "místicas" en las que han experimentado una expansión de la conciencia en que se han sentido unificados con el universo entero y con una sensación de enorme felicidad. Fritjof Capra narra cómo se sintió como si estuviese envuelto en una danza cósmica en la que participaban los átomos de su propio cuerpo y cascadas de energía bajando del espacio junto con toda clase de partículas que eran creadas y destruidas con un pulso rítmico. En ambos casos, esas experiencias se cuentan solo brevemente, y sin mucho énfasis, pero no me cabe duda de que han supuesto un gran revulsivo en sus vidas y han servido de acicate para desarrollar las teorías (posiblemente bastante heterodoxas desde el punto de vista de la ciencia oficial) que aparecen en sus libros. En ambos casos, se trata de libros muy trabajados y con numerosas citas de textos científicos y de religiones y filosofías orientales (225 en el caso de T. Brosse). Y, también, ambos autores consideran muy relevantes las teorías del Premio Nobel David Bohm contenidas, de forma resumida, en el siguiente artículo titulado:
La biofísica de la conciencia, explicada desde la teoría cuántica de David Bohm.
Muy brevemente, Bohm hace una propuesta ontológica que explica la conciencia como una mente individual, unificada por acciones físicas no-locales (holográficas), que se mantiene unida a una mente cósmica. Un orden implicado en un todo de energía y mente causante del orden explicado físico y psíquico. Algo similar a la conciencia-energía de Théresè Brosse.
Pero ¿qué es lo que llamamos conciencia? No debe ser fácil definirlo cuando las filosofías orientales, que han reflexionado con profundidad en el tema, emplean un buen número de términos diferentes para designar distintos tipos y niveles de conciencia, de mente y de formas mentales. Pero, en todo caso, se trata de experiencias subjetivas que nos llegan a través de nuestros sentidos o nuestros pensamientos y que nos crean la sensación de un "yo" propio. Lo que se refuerza cuando la experiencia sensitiva se acompaña de emociones fuertes: alegría de encontrarse con una persona amada, tristeza o desilusión ante una pérdida o serenidad y paz interior al observar un amanecer o una puesta de sol en campo abierto. Es también el estar atento o consciente -awareness- de nuestra subjetividad propia, distinta de lo que "hay fuera". Podríamos construir una máquina -un robot- capaz de ver, oír, oler y cualquier otra sensación, así como un cerebro de inteligencia artificial que procese esas sensaciones, reaccione consecuentemente y resuelva problemas. Pero ¿tendría ese robot conciencia de sí mismo o sentiría emociones que identificase como propias? Si la conciencia fuese meramente una función del cerebro, entonces sería posible que la tuviese. Pero si la conciencia fuese una instancia superior a la fisiológica y psíquica, parece razonable que no la tendría. En todo caso, tengo mis dudas razonables sobre el asunto.
El tercer libro al que hago referencia, es uno de Ediciones de BolS!LLO cuyo autor es el Dalai Lama y que se titula: El Universo en un solo átomo. Se trata de un librito muy sugerente que trata de las relaciones entre la Ciencia y el Budismo, con varios capítulos dedicados a la cuestión de la conciencia. El respeto de este líder religioso por la Ciencia le lleva a afirmar que: si el análisis científico pudiera demostrar, sin lugar a dudas, que determinados postulados del budismo son falsos, deberíamos aceptar los hallazgos de la Ciencia y abandonar dichos postulados.
¿Cuantos líderes religiosos serían capaces de decir algo así? Desde luego, no el Papa de la Iglesia Católica.
Además, a lo largo del libro, el Dalai Lama se refiere a reuniones y entrevistas que ha tenido con eminentes científicos y filósofos occidentales, como son: Carl von Weizsäcker, Werner Heisenberg, David Bohm y Karl Popper. También con maestros orientales como Jiddu Krishnamurti. En su libro, el Dalai Lama pone de relieve las coincidencias o paralelismos entre los postulados tradicionales budistas y la física subatómica y la astrofísica moderna. En especial, en lo que se refiere al papel creativo del vacío. Como el budismo es una religión no-teísta, Dalai Lama dice: el budismo y la ciencia comparten una reticencia fundamental a la hora de postular un ser trascendente como origen de todas las cosas. Y, en ese sentido, el budismo no considera que el Big Bang sea el comienzo absoluto de todo, sino una singularidad como puede ser un momento de inestabilidad termodinámica. Por otra parte, quizás sea ese respeto, del Dalai Lama por la Ciencia, lo que hace que trate el tema de la Conciencia con mucha cautela, sin aventurar teorías como la de una Conciencia cósmica de Thérèse Brosse.
En cambio, el cuarto libro releído, "ZEN, en la plaza del mercado" del maestro budista-zen Dokusho Villalba, sí aventura una teoría cósmica de la Conciencia a la que define como "la facultad que nos permite emprender un proceso cognitivo". Proceso cognitivo que será diferente según quien sea el sujeto conocedor, pero la Conciencia es única y universal y es la fuente de toda realidad, incluida la de los seres no sensibles y los inorgánicos. Según Dokusho Villalba, desde el punto de vista del budismo es imposible aprehender conceptualmente lo que la conciencia es en sí. Sin embargo, asigna a esta Conciencia cósmica tres características: a) Es idéntica a la naturaleza de la luz. b) Incluye la totalidad del espacio-tiempo c) Es "vacua"(inefable, imposible de aprehender mediante el conocimiento sensorial o racional, es sunya o vacío).
Aquí cabe preguntarse, si la Conciencia es incognoscible ¿cómo se puede saber que tenga esas características? Y la respuesta sería que se trata de una experiencia "mística", de expansión de la conciencia individual, a la que se llegaría a través del "despertar" o "iluminación" a que puede llevar una disciplina de meditación continuada. ¿Cómo comprobarlo? En mi caso, muy difícilmente ya que no me siento muy dispuesto a experimentar ese tipo de disciplina que me llevaría varias horas al día durante, quizás, el resto de mi vida y sin garantía alguna de que lograría tal iluminación. Además de que el tener un propósito invalidaría la meditación como tal. En cambio, sí me parece posible reforzar mi atención en lo que hago y en todo lo que me rodea, lo que supone un inmediato beneficio para aquietar la mente y un primer paso para entrenar el cerebro en tomar conciencia de mi entorno.
Parece lógico que el Dalai Lama se muestre cauteloso ante algunos postulados de algunas escuelas budistas que podrían chocar con la ciencia. Aquí, me parece interesante exponer unos diálogos entre un reconocido maestro hindú, Jiddu Krishnamurti (1895-1986), y su amigo (y también del Dalai Lama) el Premio Nobel de Física cuántica David Bohm (1917-1992) del que ya hemos escrito en este mismo post:
Aquí vemos dos formas muy diferentes de abordar la realidad: la de un maestro "espiritual" de origen hindú y la de un científico que se interesa por el significado específico de los conceptos de los que se está hablando, si bien con una mente abierta a comprender al otro. Ambos se respetan y se aprecian, pero se entienden con dificultad. Me parece un diálogo casi divertido.
Otro libro extraordinario es "Conciencia-energía" de la doctora belga Thérèse Brosse (1902-1991) que fue presentado por la autora, en Madrid (Junio de 1982), y entrevistada por El País en un artículo con el extraño título: "Se gesta el advenimiento de una nueva especie humana". La entrevista introduce a la autora como "una joven y vital octogenaria" y, entre otras cosas, recoge las experiencias que la llevaron a aventurar la hipótesis de un tercer nivel, superior y unificado, que regularía los dos niveles clásicos que conforman la dualidad psicosomática: el fisiológico y el mental. Este tercer nivel, puramente energético, era conocido hace miles de años por los Vedas, a los que se refiere también Fritjof Capra en el "TAO de la física". Un nivel que actúa confiriendo la capacidad de "tener conciencia" a un cerebro según sus posibilidades de procesamiento neurológico (psíquico y físico).
Ambos autores, Brosse y Capra, tienen en común el que citan profusamente a textos orientales antiguos, del Shakta Vedanta, el budismo, el Yoga o el Tao, y establecen algunos paralelismos entre muchos aspectos de esas antiguas filosofías y la física moderna; particularmente, el vacío o la nada como principio de TODO y esa energía universal de la que ya me he ocupado en otros posts, como los titulados "¿Existe el chi, el prana o el orgón?" o "Bioenergética y Taoísmo". Y ambos, también, describen sendas experiencias "místicas" en las que han experimentado una expansión de la conciencia en que se han sentido unificados con el universo entero y con una sensación de enorme felicidad. Fritjof Capra narra cómo se sintió como si estuviese envuelto en una danza cósmica en la que participaban los átomos de su propio cuerpo y cascadas de energía bajando del espacio junto con toda clase de partículas que eran creadas y destruidas con un pulso rítmico. En ambos casos, esas experiencias se cuentan solo brevemente, y sin mucho énfasis, pero no me cabe duda de que han supuesto un gran revulsivo en sus vidas y han servido de acicate para desarrollar las teorías (posiblemente bastante heterodoxas desde el punto de vista de la ciencia oficial) que aparecen en sus libros. En ambos casos, se trata de libros muy trabajados y con numerosas citas de textos científicos y de religiones y filosofías orientales (225 en el caso de T. Brosse). Y, también, ambos autores consideran muy relevantes las teorías del Premio Nobel David Bohm contenidas, de forma resumida, en el siguiente artículo titulado:
La biofísica de la conciencia, explicada desde la teoría cuántica de David Bohm.
Muy brevemente, Bohm hace una propuesta ontológica que explica la conciencia como una mente individual, unificada por acciones físicas no-locales (holográficas), que se mantiene unida a una mente cósmica. Un orden implicado en un todo de energía y mente causante del orden explicado físico y psíquico. Algo similar a la conciencia-energía de Théresè Brosse.
Pero ¿qué es lo que llamamos conciencia? No debe ser fácil definirlo cuando las filosofías orientales, que han reflexionado con profundidad en el tema, emplean un buen número de términos diferentes para designar distintos tipos y niveles de conciencia, de mente y de formas mentales. Pero, en todo caso, se trata de experiencias subjetivas que nos llegan a través de nuestros sentidos o nuestros pensamientos y que nos crean la sensación de un "yo" propio. Lo que se refuerza cuando la experiencia sensitiva se acompaña de emociones fuertes: alegría de encontrarse con una persona amada, tristeza o desilusión ante una pérdida o serenidad y paz interior al observar un amanecer o una puesta de sol en campo abierto. Es también el estar atento o consciente -awareness- de nuestra subjetividad propia, distinta de lo que "hay fuera". Podríamos construir una máquina -un robot- capaz de ver, oír, oler y cualquier otra sensación, así como un cerebro de inteligencia artificial que procese esas sensaciones, reaccione consecuentemente y resuelva problemas. Pero ¿tendría ese robot conciencia de sí mismo o sentiría emociones que identificase como propias? Si la conciencia fuese meramente una función del cerebro, entonces sería posible que la tuviese. Pero si la conciencia fuese una instancia superior a la fisiológica y psíquica, parece razonable que no la tendría. En todo caso, tengo mis dudas razonables sobre el asunto.
El tercer libro al que hago referencia, es uno de Ediciones de BolS!LLO cuyo autor es el Dalai Lama y que se titula: El Universo en un solo átomo. Se trata de un librito muy sugerente que trata de las relaciones entre la Ciencia y el Budismo, con varios capítulos dedicados a la cuestión de la conciencia. El respeto de este líder religioso por la Ciencia le lleva a afirmar que: si el análisis científico pudiera demostrar, sin lugar a dudas, que determinados postulados del budismo son falsos, deberíamos aceptar los hallazgos de la Ciencia y abandonar dichos postulados.
¿Cuantos líderes religiosos serían capaces de decir algo así? Desde luego, no el Papa de la Iglesia Católica.
Además, a lo largo del libro, el Dalai Lama se refiere a reuniones y entrevistas que ha tenido con eminentes científicos y filósofos occidentales, como son: Carl von Weizsäcker, Werner Heisenberg, David Bohm y Karl Popper. También con maestros orientales como Jiddu Krishnamurti. En su libro, el Dalai Lama pone de relieve las coincidencias o paralelismos entre los postulados tradicionales budistas y la física subatómica y la astrofísica moderna. En especial, en lo que se refiere al papel creativo del vacío. Como el budismo es una religión no-teísta, Dalai Lama dice: el budismo y la ciencia comparten una reticencia fundamental a la hora de postular un ser trascendente como origen de todas las cosas. Y, en ese sentido, el budismo no considera que el Big Bang sea el comienzo absoluto de todo, sino una singularidad como puede ser un momento de inestabilidad termodinámica. Por otra parte, quizás sea ese respeto, del Dalai Lama por la Ciencia, lo que hace que trate el tema de la Conciencia con mucha cautela, sin aventurar teorías como la de una Conciencia cósmica de Thérèse Brosse.
En cambio, el cuarto libro releído, "ZEN, en la plaza del mercado" del maestro budista-zen Dokusho Villalba, sí aventura una teoría cósmica de la Conciencia a la que define como "la facultad que nos permite emprender un proceso cognitivo". Proceso cognitivo que será diferente según quien sea el sujeto conocedor, pero la Conciencia es única y universal y es la fuente de toda realidad, incluida la de los seres no sensibles y los inorgánicos. Según Dokusho Villalba, desde el punto de vista del budismo es imposible aprehender conceptualmente lo que la conciencia es en sí. Sin embargo, asigna a esta Conciencia cósmica tres características: a) Es idéntica a la naturaleza de la luz. b) Incluye la totalidad del espacio-tiempo c) Es "vacua"(inefable, imposible de aprehender mediante el conocimiento sensorial o racional, es sunya o vacío).
Aquí cabe preguntarse, si la Conciencia es incognoscible ¿cómo se puede saber que tenga esas características? Y la respuesta sería que se trata de una experiencia "mística", de expansión de la conciencia individual, a la que se llegaría a través del "despertar" o "iluminación" a que puede llevar una disciplina de meditación continuada. ¿Cómo comprobarlo? En mi caso, muy difícilmente ya que no me siento muy dispuesto a experimentar ese tipo de disciplina que me llevaría varias horas al día durante, quizás, el resto de mi vida y sin garantía alguna de que lograría tal iluminación. Además de que el tener un propósito invalidaría la meditación como tal. En cambio, sí me parece posible reforzar mi atención en lo que hago y en todo lo que me rodea, lo que supone un inmediato beneficio para aquietar la mente y un primer paso para entrenar el cerebro en tomar conciencia de mi entorno.
Parece lógico que el Dalai Lama se muestre cauteloso ante algunos postulados de algunas escuelas budistas que podrían chocar con la ciencia. Aquí, me parece interesante exponer unos diálogos entre un reconocido maestro hindú, Jiddu Krishnamurti (1895-1986), y su amigo (y también del Dalai Lama) el Premio Nobel de Física cuántica David Bohm (1917-1992) del que ya hemos escrito en este mismo post:
Aquí vemos dos formas muy diferentes de abordar la realidad: la de un maestro "espiritual" de origen hindú y la de un científico que se interesa por el significado específico de los conceptos de los que se está hablando, si bien con una mente abierta a comprender al otro. Ambos se respetan y se aprecian, pero se entienden con dificultad. Me parece un diálogo casi divertido.