Algunos filósofos piensan que la observación más decisiva que puede hacer un ser humano es la observación de sí mismo. Es decir, la introspección. Una observación de los estados mentales y emocionales y la toma de conciencia de las reacciones que suscita, en uno mismo, la exposición a la realidad cotidiana, a las relaciones sociales, a los deseos y a las emociones.
La auto-observación nos ayuda a conocer cuales son nuestros condicionamientos, apegos o dependencias de los demás. Y, por tanto, a liberarnos de esas dependencias y de opiniones, creencias y prejuicios de todo tipo. A acercarnos a la realidad objetiva y a la verdad, si esto fuese posible. Y, por tanto, también a ser más felices. No es posible felicidad alguna, si esta depende de algo externo a nosotros, si depende de poseer esto o lo otro, de que otros nos quieran o no, de que tengamos éxito en nuestra vida, de que se confirmen nuestras creencias u opiniones.
En el mundo actual, estamos adormecidos por un cúmulo de estímulos que nos llega de todas partes: prensa, TV, Internet, móviles, relaciones superficiales, celebraciones inútiles... cuando lo único que necesitamos es tiempo disponible para vivir la vida, gozar de la naturaleza y para aprender algo nuevo. Pero perdemos la mayor parte de nuestro tiempo en esforzarnos por responder a estímulos externos sin sentido alguno.
Lao-Tse decía:
Actúa sin actuar (practica la no-acción)
ocúpate en no ocuparte de nada
saborea lo que no tiene sabor,
cuando se tiene todo por fácil, por fuerza se encuentra todo difícil
De ahí que el sabio tenga todo por difícil,
y así nunca tropieza con dificultades
Es cierto que casi todo lo que estoy diciendo es, sobre todo, válido para los que somos viejos y retirados de la vida productiva. Pero si echo la vista atrás, me doy cuenta de que -en mi vida profesional- he perdido una enorme cantidad de tiempo en tratar de responder a estímulos externos, más bien inútiles, y no a mi capacidad de innovar y crear algo nuevo. Cuando he escuchado a mi interior profundo es, quizás, cuando he realizado algo que puede haber valido la pena.
En todo caso, ahora no necesito ser productivo y sí, en cambio, vivir los pocos años que me quedan con más intensidad y creatividad. Y, para eso, me ayudará la introspección con el objetivo de desembarazarme de los condicionamientos del ego entre los que figuran, muy singularmente, las dependencias externas y el contentar a los demás.
La auto-observación nos ayuda a conocer cuales son nuestros condicionamientos, apegos o dependencias de los demás. Y, por tanto, a liberarnos de esas dependencias y de opiniones, creencias y prejuicios de todo tipo. A acercarnos a la realidad objetiva y a la verdad, si esto fuese posible. Y, por tanto, también a ser más felices. No es posible felicidad alguna, si esta depende de algo externo a nosotros, si depende de poseer esto o lo otro, de que otros nos quieran o no, de que tengamos éxito en nuestra vida, de que se confirmen nuestras creencias u opiniones.
En el mundo actual, estamos adormecidos por un cúmulo de estímulos que nos llega de todas partes: prensa, TV, Internet, móviles, relaciones superficiales, celebraciones inútiles... cuando lo único que necesitamos es tiempo disponible para vivir la vida, gozar de la naturaleza y para aprender algo nuevo. Pero perdemos la mayor parte de nuestro tiempo en esforzarnos por responder a estímulos externos sin sentido alguno.
Lao-Tse decía:
Actúa sin actuar (practica la no-acción)
ocúpate en no ocuparte de nada
saborea lo que no tiene sabor,
cuando se tiene todo por fácil, por fuerza se encuentra todo difícil
De ahí que el sabio tenga todo por difícil,
y así nunca tropieza con dificultades
Es cierto que casi todo lo que estoy diciendo es, sobre todo, válido para los que somos viejos y retirados de la vida productiva. Pero si echo la vista atrás, me doy cuenta de que -en mi vida profesional- he perdido una enorme cantidad de tiempo en tratar de responder a estímulos externos, más bien inútiles, y no a mi capacidad de innovar y crear algo nuevo. Cuando he escuchado a mi interior profundo es, quizás, cuando he realizado algo que puede haber valido la pena.
En todo caso, ahora no necesito ser productivo y sí, en cambio, vivir los pocos años que me quedan con más intensidad y creatividad. Y, para eso, me ayudará la introspección con el objetivo de desembarazarme de los condicionamientos del ego entre los que figuran, muy singularmente, las dependencias externas y el contentar a los demás.